sábado, 24 de enero de 2015

Obras maestras I: El matrimonio Arnolfini

El matrimonio Arnolfini, 1434, Londres, The National Gallery
Voy a iniciar en este blog una serie titulada, Obras maestras de la Historia del Arte. La obra que va a abrir dicha serie es El matrimonio Arnolfini, pintado por Jan Van Eyck, que representa el retrato del banquero, Giovanni Arnolfini y de Giovanna Cenami, procedente de una rica familia, en el momento de su boda, porque en el siglo XV la ceremonia del matrimonio no requería la presencia de un sacerdote y se podía hacer en privado. El acaudalado personaje estaba al servicio del Duque de Borgoña, Felipe El Bueno, a cuyo imperio pertenecían los Países Bajos. Lo mismo le sucedía a el pintor, Jan van Eyck (activo entre 1422-1441), a quien servía en el arte de la pintura y en asuntos diplomáticos.


La pintura es una obra maestra de la pintura flamenca del siglo XV y de su autor. Una pintura realista en la captación de los rostros de las figuras y en los detalles de los objetos de forma microscópica. La luz desempeña un papel esencial en la definición y el color de los mismos. Pretendía igualmente dotar de perspectiva a las escenas y paisajes, dependiendo del artista que en este caso, alcanza altas cotas de virtuosismo. De la misma manera en la aplicación de la técnica al óleo, cuya invención se atribuye al autor.


Si por una parte el espectador se encuentra un retrato fiel de los contrayentes, por otra debe entender un cuadro lleno de simbolismo, que parte de la idea que lo sagrado se encuentra también en los objetos cotidianos de la vida burguesa. Estos son principalmente los referidos a las obligaciones que entrañaba el matrimonio a mediados del siglo XV. Un matrimonio cristiano certificado en las manos unidas de los protagonistas; en el rosario de cristal colgado en la pared, regalo habitual del novio, signo de pureza y virtud de la novia; en las estaciones del Via Crucis que rodean al espejo situado en el fondo.


El matrimonio tiene como objetivo la continuidad del linaje, en este caso de alcurnia, y así la cama, lugar donde se nace y se muere, resalta con la pasión del color rojo su función. Las alusiones a la fertilidad son continuas, el rico vestido verde de Giovanna, que se toca el vientre, de exagerada curvatura, aunque no estaba embarazada, situación que nunca tendrá; la pose descalza con los zuecos tirados en el suelo a un lado y otro; y una sola vela encendida en la lámpara que cuelga del techo. 


La luz natural entra por la ventana e ilumina el fondo de la escena centrada en un espejo reflejando la imagen de los novios y del pintor, que actúa como auténtico notario del hecho. La firma en la pared con la fecha acredita y ratifica tal interpretación. Ilumina también unas naranjas, una fruta cara en el norte de Europa, que alude al origen mediterráneo de los novios, pero también son conocidas como las manzanas de Adán, la fruta prohibida del Edén, en alusión al pecado mortal de la lujuria. Un toque de desenfado lo proporciona el perro situado en primer plano, un símbolo a veces de la fidelidad y el amor terrenal muy necesarios en el matrimonio.

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